Entre los muros del majestuoso palacio de Mármol, situado a orillas del lago Heiliger, en la ciudad alemana de Potsdam, nacía hace 133 años Victoria Luisa de Prusia, la única hija de los siete vástagos que tuvo el último emperador alemán, el káiser Guillermo II, y su primera esposa, Augusta Victoria. Sissi, como así la llamaba cariñosamente su familia, creció siendo la niña de los ojos de su padre.

Se crió con todos los lujos propios de una dinastía de sangre azul. Mientras que sus seis hermanos fueron educados bajo una estricta disciplina militar, ella como princesa. Se formó con institutrices en palacio, que le enseñaron una educación exquisita e inglés, además de estudiar música. Gran amante de la fotografía, los deportes y la caza, llegó a ostentar los títulos de princesa de Hannover, princesa de Gran Bretaña e Irlanda, princesa imperial de Alemania y princesa real de Prusia, entre otros muchos. 

Victoria Luisa de Prusia

Victoria Luisa de Prusia cuando era joven

Su  historia se extiende al presente por ser la abuela materna de Doña Sofía. Curiosamente, Victoria Luisa de Prusia guarda un parecido asombroso con la princesa Leonor. No hay nada más que comparar las fotografías de ambas. Ya se sabe que la genética es tan misteriosa como aleatoria. Caprichosa, por así decirlo. Aunque la princesa Leonor sí tiene algunas facciones de los genes borbónicos y por parte de la reina Letizia, la rama de la abuela paterna también ha dejado su impronta en la heredera al trono. Si quieres situarte un poco mejor, aquí puedes ver el árbol genealógico de la familia real española.

Una boda trascendental para la historia

Su tatarabuela pasó a la historia por, entre otras cosas, desposarse el 24 de mayo de 1913 con el príncipe Ernesto Augusto de Hannover, duque de Brunswick. Ese enlace se celebró con gran pompa y boato en Berlín ante la atenta mirada de cientos de miembros de las familias reales (se cifra en más de mil). Fue trascendental porque supuso el fin a las desavenencias existentes entre las casas de Hannover y de Hohenzollern que comenzaron en 1866 después de la anexión del Reino de Hannover al Reino de Prusia tras la guerra.

Victoria Luisa de Prusia

Victoria Luisa de Prusia junto a su marido, Ernesto Augusto de Hannover

Fue además la última gran boda real antes de que Europa se tiñera de sangre con la I Guerra Mundial. Su amor surgió de forma casi instantánea. Nada más verse en 1912, las flechas de Cupido les alcanzaron, como si estuviesen predestinados. The Times describió su unión como la de los nuevos Romeo y Julieta, aunque en su caso con final feliz. 

Enamorada del enemigo de su familia

Sus caminos se cruzaron por vez primera después de que el hijo mayor del duque de Cumberland, Jorge de Hannover, falleciese en un accidente de automóvil. Pese a la conocida enemistad, Guillermo II envió sus condolencias a los duques que, como agradecimiento, decidieron mandar a su hijo Ernesto Augusto de Hannover a Berlín. Fue el momento en el que Victoria Luisa de Prusia conoció al amor de su vida.

La unión no es que le hiciese especial gracia al emperador, pero no se pudo negar a los deseos de su niña y terminó accediendo a que se celebrase. Es cierto que además tenía el interés de sellar la paz.

Victoria Luisa de Prusia

Victoria Luisa de Prusia

Vivieron los primeros años de su amor, hasta el estallido de la I Guerra Mundial, en el castillo de Blankenburg, el mismo en el que nació el primero de sus cinco hijos. Todos varones, excepto una niña, Federica, la madre de Doña Sofía y, a su vez, abuela del rey Felipe VI.  

La lucha de sus hijos por la herencia

Con la prematura muerte de su esposo en 1953, que perdió el trono en la guerra, llegaron los peores años de la vida de Victoria Luisa de Prusia. Se enzarzó en una lucha con sus hijos por el patrimonio que había dejado en herencia Ernesto Augusto. El mayor llegó a escribir sobre la inestabilidad mental de su madre. Terminaron despojándola de su castillo y se vio obligada a hacer las maletas. Nunca llegaron a resolverlo. De hecho no fue invitada a la boda de Doña Sofía que, curiosamente, lució la tiara prusiana que su padre le había regalado por su enlace. 

Pasó sus últimos años de vida recluida escribiendo varios libros donde relató sus memorias. El 11 de diciembre de 1980 fallecía como consecuencia de una neumonía. Victoria Luisa de Prusia, testigo de la caída de los imperios, fue enterrada junto a su marido en el mausoleo de la casa real de Hannover, en Herrenhausen. Su legado es trascendental para la historia, como el que dejará la princesa Leonor.