El mayor de los retos que la princesa Leonor afronta en este 2025 ya ha comenzado. Después de descansar fuera de la Escuela Naval de Marín durante unos días durante las anheladas vacaciones de Navidad, el pasado sábado 11 de enero emprendió el desafío mayúsculo que ahora la ocupa. Y ese es precisamente la travesía de cinco meses que la llevará desde España hasta los Estados Unidos, haciendo parada por otros tantos países.
Un viaje inolvidable a bordo del buque-escuela Juan Sebastián de Elcano que ya ha comenzado y que en el mismo día de iniciar la navegación con dirección a las islas Canarias, el primero de los destinos al que llega este mismo viernes 17, dejó a los Reyes con los ojos vidriosos. Sin lugar a dudas, uno de los momentos más emotivos entre Sus Majestades y la heredera que se recuerdan desde que empezó su formación militar. La estampa de un adiós que, esta vez, es distinto.
A fin de cuentas, ya están Felipe VI y Letizia acostumbrados a separarse de su primogénita durante largas temporadas desde hace años. Concretamente, desde el 2021, cuando la Princesa de Asturias se marchó a Gales para cursar el Bachillerato Internacional como hace ahora la infanta Sofía. Después vino Zaragoza, y por último antes de instalarse en el barco, Pontevedra. Así pues, ¿qué sucedió para que la emoción los embriagase de tal manera en el puerto de Cádiz?
El recuerdo que nubló a Letizia al ver partir a Leonor
"Unas lágrimas que era difícil explicárselas cuando despedía a su hija porque su hija al fin y al cabo lleva cuatro años fuera de su casa". Esa es la primera de las muchas sentencias que ha puesto sobre la mesa la periodista Pilar Eyre, experta en Casa Real, en el último vídeo de su canal de 'YouTube'. En este, que lleva por nombre 'La (mala) educación de los príncipes', aprovecha para dejar claro que tan lacrimógeno instante "no era porque se fuera" la princesa. Y es que tanto el Rey como la Reina tenían sus propios motivos para no poder contener cómo se sentían.
En el caso de Letizia, la cronista catalana tiene claro que sus lágrimas se debían a que "el futuro de Leonor ya está escrito". "Ella, a la edad de Leonor, era una chica libre completamente", indica Eyre, para después ahondar en ese estilo de vida de "una chica de diecinueve años que ya llevaba un año viviendo con su novio, que luego sería su marido". "Estaba estudiando Periodismo, tenía toda la vida por delante. Estaba llena de ilusiones, de planes. Quería ser periodista, quería escribir, quería estar en televisión, en la radio (...). Podía conseguir cualquier cosa". La inocentona y casi dulce incertidumbre propia de la juventud que sabe que su hija mayor nunca degustará.
Porque Leonor sabe ya sabe cuáles serán sus próximos pasos sin margen para experimentar, equivocarse o cambiar de rumbo si así gusta "a menos que pase cualquier cosa que lo rompa, que esto siempre es posible". "No puede salirse de esos rieles, de esas vías", precisa Pilar, que la conducen por el camino preestablecido "hasta que, dentro de treinta años, sea Reina". Un sendero que, cabe destacar, no se prevé igual que el de sus predecesores. Pues tal y como narra la experta en este vídeo, "no puede estar mano sobre mano como hacían los príncipes antes".
La emoción de Felipe, fruto de su dura experiencia
"Sabía la dureza de esa travesía que le esperaba", apunta, por contra, en el caso del Rey. "Felipe lo pasó muy mal en el Juan Sebastián de Elcano en el plano físico. Era un sitio en el que no puede haber privilegios, fueron cinco meses sin ningún privilegio", desarrolla la comunicadora, de modo que para él, ver zarpar al buque con su hija dentro, también despertaba el temor de saber que será ella quien ahora se enfrente a tan complicada tesitura. La misma que la llevará a situaciones límite, tal y como le sucedió a él desde la primera noche. "Contaba con horror que lo despertaron a las doce porque tenía la primera guardia".
"Estaban llegando a Canarias, y hay un espacio de la ruta entre Cádiz y Canarias que es zona de galernas, y la tempestad fue increíble", rememora Pilar sobre aquel choque de realidad, en el que al subir a cubierta, "una ola lo tiró al suelo y se dio y un golpe que le salió un chichón y estuvo mareado durante varios días" bajo una tormenta tan fuerte "que rompió uno de los palos". Para más inri, "cuando de madrugada pudo bajar a la camareta, se encontró que los compañeros suyos habían vomitado (...). Él, mojado, desesperado, empapado, agotado, le dolía hasta el más pequeño músculo del cuerpo, tuvo que limpiar todos los vómitos de los amigos". Y así fueron los cinco meses. De ahí que llorase, "porque pensaba que lo iba a pasar tan mal como lo pasó él".