Justo cuando se han acaban de cumplir diez años de la proclamación de Felipe como Rey, el nombre de doña Sofía vuelve a sonar con fuerza entre los muros de palacio. Y no precisamente porque estuviese presente en los actos de la celebración de esta primera década de la renovación de la monarquía. Para su gran día, Felipe VI prefirió contar solamente con el núcleo duro de la Casa Real. Con Letizia, con la princesa Leonor y con la infanta Sofía. Ni sus hermanas, ni su padre, ni su madre. Una determinación comprensible, aunque curiosa, atendiendo a que la emérita sigue muy presente en sus pensamientos.
No es ninguna novedad que el ahora Rey ha tenido siempre una conexión muy especial con su madre. La matriarca serena, que velaba en toda ocasión por mantener la familia unida y se acabó marchando con el cariño del pueblo. Una mujer cuyo carácter y compromiso le han servido para ganarse un hueco en la Corona actual, aunque haga ya diez años desde que cedió el testigo de ser Reina consorte a su nuera. La edad no es una barrera para ella, y sigue cumpliendo con su agenda oficial, además de aparecer en las nuevas redes sociales de la institución. La única que ha conseguido seguir cerca de todos. O de casi todos, porque no se puede luchar contra no tener química. Sin ir más lejos, su relación madre e hija con la infanta Elena nunca ha sido la más idílica.
El conflicto emocional de la infanta Elena con doña Sofía
Para comprender al detalle cómo se ha gestado esa desconexión entre la exmonarca y su primogénita, desde CLARA nos hemos puesto en contacto con Lara Ferreiro. Psicóloga y autora del libro 'Adicta a un gilipollas', descubre en declaraciones para la web de esta revista algo tan evidente a la par que obviado como que "la relación entre madre e hija, y padre e hija, son completamente distintas". Es esa la premisa, con el añadido de sus edades porque Elena tiene 60 años, don Juan Carlos tiene 86 y doña Sofía tiene 85. "Son padres muy mayores, y cuando se están acercando a esa vejez, muchas veces las relaciones se estrechan con tu 'padre favorito'", expone nuestra especialista.
Cabe tener en cuenta esa organización familiar desde un plano general, porque "da la sensación que hay como grupos" dentro del clan. "Por un lado, están Juan Carlos y Elena, que se aman, se adoran y es devoción absoluta y mutua. Por otro lado, están Sofía y el rey Felipe. Y Cristina ahí está, que dicen que era más de la madre, pero está entre dos aguas por ser la mediana", nos cuenta Ferreiro para entender el punto de partida. Un escenario del que se extrae que siempre "ha habido una diferencia muy grande entre una relación y otra" porque "tienen menos cosas en común". Desconexión de la que queda constancia incluso en su comunicación no verbal, "en que muchas veces están en actos y ni se miran". "Una relación formal", sin química.
Lara define a Sofía de Grecia como "una madre disciplinaria", y es por eso que, entre otras cuestiones, "supuso para ella un gran conflicto emocional que Elena se divorciase" e intentó en todo momento "reconducir esa decisión, porque parece que lo del divorcio y la separación no le terminó de convencer". Y es que es innegable que "todo cambió para la infanta en el momento en el que anunció su separación en noviembre del 2007, en aquel famoso cese temporal de la convivencia con Jaime de Marichalar que siempre se utiliza", apunta la terapeuta, señalado también el hecho de que "en el 2014 pasó a formar parte de la ‘familia del Rey’ y dejó de ser ‘familia real’". Dos momentos clave "para la vida de Elena y las relaciones familiares", que marcaron "un antes y un después", a pesar de que la distancia venía de mucho tiempo atrás.
"La Reina, como madre, siempre estuvo muy volcada en Felipe. Mucho más cercana porque ambos son muy sensibles. Dicen que a Felipe le hacía fotos sin parar y a Elena y Cristina les daba una educación más basada en la disciplina", pone en valor la psicóloga, aludiendo también a que "siempre iban a estar en un eterno segundo plano, porque su hermano es el que se llevaba todo el protagonismo". "Un rol más tradicional", porque "fue educada para ser Reina, y a sus hijas las ha educado para que entiendan lo que implica ser de la familia del Rey". Algo que tampoco la convirtió en ausente o excesivamente doctrinal, mostrándose "incondicional, generosa, conciliadora, comunicadora, empática, sensible y familiar". Tantísimos buenos atributos que nunca le valieron la proximidad a la más mayor de sus vástagos.
Nada de esto debiera suponer un quebradero de cabeza, porque Elena puede enorgullecerse de que "siempre fue la favorita del padre", a tenor de que "aunque les quieres a todos por igual, hay un hijo 'favorito', con el que tienes más afinidad". Cuestión de compartir aficiones, como "la comida, ir a restaurantes, cazar, la vela, los toros", que nunca la han unido a su madre -más allá de la fe religiosa- y ha derivado en "una relación "cordial", pero "menos emocional y de alguna forma menos afectuosa, porque tienen muchísimas diferencias". Con un añadido innato a ojos de Ferreiro, psicóloga de la app de citas Ashley Madison, y es que "es una relación mucho más difícil entre dos mujeres, madre e hija, que entre un padre y una hija" porque dos mujeres "somos más complejas".
El ojito derecho de Juan Carlos I, su mayor aliado
De lo anterior se extrae un relato totalmente opuesto al más que conocido -e inquebrantable- vínculo inquebrantable que la hermana mayor de Felipe VI tiene con su padre. "Mantiene una estrecha relación diaria, habla con él por teléfono. Se envían canciones, memes graciosos, noticias… Ella interviene en el cumpleaños de don Juan Carlos, por ejemplo, que son cosas que no se perdería por nada en el mundo", puntualiza nuestra psicóloga, a pesar de la distancia que les separa, porque "incluso en la peor época de la vida del rey Juan Carlos, ella se fue a Abu Dabi al poco tiempo a verlo".
No importa el enclave, que siempre persiste ese "apoyo incondicional", y para muestra las situaciones en las que se les ha captado juntos. "Las imágenes hablan por sí solas hasta en la comunicación no verbal. Se les ve muy relajados", porque él le proporciona ese "equilibrio entre autoridad y afecto" que Elena nunca ha percibido de su madre.
Como conclusión, y desde un prisma general, Lara Ferreiro incide en que "es superimportante la relación que tengamos con nuestro padre porque va a determinar también como nos vamos a desarrollar con los hombres". Esto se debe a que "nuestro padre es como nuestro primer amor, de forma inconsciente". Y Elena ama a su padre por encima de todas las cosas.