En febrero de 2004, su primer invierno como prometida oficial, Letizia deslumbró en las pistas de Baqueira con su mono gris perla. La periodista, perfectamente equipada, se subió a los telesillas y probó la estación, deslizándose como si lo hubiese estado haciendo toda su vida. Ella sabía que para Felipe aquello era importante y quiso demostrar sus habilidades sobre los dos esquís.

Al año siguiente, esta vez ya convertida en Princesa de Asturias, volvió a revalidar su título de 'Letizia reina de las pistas' luciendo un mono rojo amapola que la hacía destacar aún más por encima del todos. La sonrisa no se le borraba de su rostro, los arrumacos a su marido eran incesantes. Los dos parecían estar pasando los días mejores de su vida, pero, de repente, estas apariciones se fueron espaciando. 

Letizia
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Conforme los años pasaban, Letizia se bajaba de los esquís para optar por otros planes lejos de la sierra y de la nieve. La última vez que la vimos sobre unos esquís fue hace 7 años y, tras esa jornada, nada. ¿Qué ha pasado para que la Reina coja semejante animadversión a uno de los planes favoritos de su marido?

Letizia, reina de las pistas

No se trata de una cuestión de que Letizia fuera o no fuera buena esquiadora. De hecho, tenía muy buenas dotes para no ser una persona que, a diferencia de Felipe, se había criado con un forfait vitalicio. Poseía una enorme destreza y se manejaba a la perfección con los giros y las frenadas, pero a Letizia lo que de verdad le incomodaba era todo lo que rodeaba al deporte; la ceremonia previa y posterior a la jornada en las pistas.

Cuando tocaba viajar con la familia de su marido, ella estaba incómoda, lo mismo que le ocurría en Mallorca cuando parecía obligatorio salir a navegar. Su falta de conexión con Elena y Cristina se hacía aún más evidente cuando, encima, tocaba pasar unos días intensos junto a ellas y a sus maridos. La saturación borbónica la dejaba con la energía por los suelos y la cosa no parecía mejorar cuando acudían en compañía de los amigos de su esposo. 

Letizia esquiando
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Letizia, a la cabeza del grupo, esquiando en 2004

Es un secreto a voces, Letizia jamás ha estado cómoda en el círculo de amigos de Felipe. 20 años más tarde de su boda, cada uno ha aprendido a mantener espacios de ocio al margen, en los que ni ella se inmiscuye y en los que él hace exactamente lo mismo. El tiempo les ha acabado dando la razón, si la simpatía no fluye, no sirve de nada insistir. 

Letizia nunca ha sido aceptada en el círculo ‘pijo’ de Felipe

En su juventud, Felipe frecuentaba un círculo de amistades de lo más elitistas, que siempre le protegían y blindaban. Cuando este empezó a salir con Letizia, el entonces príncipe trató de acercarla a sus colegas de toda la vida, pero fue como intentar mezclar agua y aceite: algo del todo imposible. 

Algunos de ellos, compañeros desde la época del colegio, ninguneaban el origen plebeyo de Letizia, tratándola con desdén y haciéndole de menos, al referirse a ella como “la periodista”. Imposible estar cómoda ante semejante panorama. Y la Reina, poseedora de un fuerte carácter que le confiere una arrolladora seguridad en sí misma, tampoco se empeñó en hacerles cambiar de parecer. Si ellos querían pensar así, no se iba a molestar lo más mínimo en demostrarles lo contrario. No iba a desperdiciar un ápice de su energía en quien, claramente, no la merecía. 

Letizia hijas nieve
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El tiempo acabó dándole la razón a Letizia. Poco a poco, Felipe fue desprendiéndose de esas amistades anquilosadas en el pasado y con comportamientos retrógrados; hasta dejar su selecto grupo de amigos en unos pocos y muy fieles compañeros. 

Entre algunos de estos ‘supervivientes’ se encuentran Álvaro Fuster, con el que, año tras año, repite el mismo plan al que la Reina no se da por invitada ¡Aunque, ni ganas! A pesar de que la consorte no se encuentra cómoda con los esquís, para Felipe sigue siendo una de sus escapadas ‘sagradas’ a lo largo del año. Astún, Candanchú, Sierra Nevada… el Rey suele emplear algunos de sus fines de semana con la agenda liberada para practicar este deporte y, de paso, disfrutar de la gastronomía de pueblos de alrededor de las pistas. 

Letizia no quiere ser objeto de burla

La reina posee una enorme autoconciencia de sí misma. Es seria y le gusta ser dueña y señora de la imagen que proyecta y, sobre unos esquís, no lo es. Un mal tropiezo, una caída sobre la nieve... las posibilidades son muchas y variadas; así que, como dice el refrán, quien evita la ocasión, evita el peligro. 

Cada vez que Letizia ha estado en las pistas, los fotógrafos, cámara en ristre, han inmortalizado el momento. Ahora, además, con la avanzadísima calidad de los teléfonos, cualquiera puede ser un paparazzo amateur.

A veces, para escapar de los ojos curiosos, Letizia, junto a toda su familia, ha vivido escapadas a las pistas de fuera de nuestras fronteras, donde goza de un mayor grado de anonimato; tal y como suele hacer en sus vacaciones privadas. Amparándose en estos viajes fuera de España, los Reyes sí han podido disfrutar de la nieve sin temor a ser grabados; pero, aun con todo y con eso, la madre de Leonor y Sofía permanece alerta y no baja la guardia. 

Todo esto requiere demasiado esfuerzo, por lo que, con los años, Letizia ha terminado por darse cuenta de que no le compensa. La actividad no le gusta lo suficiente para armar todo este dispositivo cada vez que la quiera practicar. Así que, o bien porque le trae recuerdos que no le gustan, bien porque no quiere ser fotografiada con la guardia baja, Letizia hace años que decidió apearse del telesilla y dejar en él solo a Felipe.

Quién sabe, puede que el día de mañana sus nuevas compañeras bajo cero sean sus propias hijas.