Aunque esta vez haya estado pasado por agua, el Día de la Hispanidad ha puesto una vez más el foco en los miembros más destacados de la Casa Real. Llueva o truene, y tal y como suele suceder en las celebraciones de la Fiesta Nacional, todas las miradas han apuntado hacia los Reyes y su hija Leonor, que ha repetido experiencia al ataviarse con el uniforme militar como su padre por segunda vez. En este 2024, con el de gala de la Armada, sin el blanco asumido y luciendo el traje de color azul turquí conocido como el '14 botones'. El Rey, por su parte, ha elegido el del Ejército de Tierra, en color verde caqui. Y Letizia, de rojo.
Su color fetiche, aunque cubierto por una gabardina perfecta para los días de lluvia que le ha permitido cubrirse del frío y la mala climatología en una jornada tan señalada. Casi del todo, porque aunque también se ha ayudado de un paraguas para tapar su pelo suelto en los momentos en los que no estaba bajo techo, escapar del todo del intenso aguacero que ha ocupado la capital en este 12 de octubre era casi un imposible. De ahí que incluso cuando ella, su marido y su primogénita ya estaban en la tribuna para disfrutar del tradicional desfile militar, no haya tenido otra opción que tomar una decisión in extremis.
Y es que por mucho que todos los presentes han procurado mantener la calma a pesar de tan adversa meteorología, indiscutiblemente ha quedado empañado el acto de la mañana por la misma. No solo por cuestiones tan evidentes como que el desfile aéreo y el tradicional salto en paracaídas han tenido que ser cancelados a última hora, o que los miembros de la Casa Real hayan tenido que acelerar el paso y obviar el saludo a las autoridades para no mojarse demasiado.
Tampoco era posible divisar bien a los soldados de la marcha. Ni siquiera en su particular balcón han podido estar del todo tranquilos, porque la lluvia era tan sumamente torrencial que ha llegado hasta ellos. Ha sido entonces cuando Letizia ha dicho: hasta aquí. Mejor desaparecer.
El comentado paso atrás de Letizia desde la tribuna
Desaparecer de la primera línea, pero no del todo, cabe precisar. A fin de cuentas, la presencia de la Reina en escena queda limitada a poner la cara y representar a la institución. En ningún caso se requería que saliese de la tribuna, como sí han hecho el Rey y la Princesa de Asturias en el momento de la ofrenda floral a los caídos por España. Letizia podía gozar de la serenidad relativa de estar resguardada de la borrasca Berenice, hasta que sobre las 11:45 horas ella tampoco ha podido evitar mojarse a raíz de las fuertes ráfagas de viento.
Suficiente para que, a pesar de la importancia del evento, la consorte haya preferido abandonar su lugar. Ni corta ni perezosa, dar un paso atrás dentro de la propia tribuna y refugiarse del agua en un rincón del espacio. Una estampa que rápidamente ha generado todo tipo de comentarios, además del asombro de don Felipe. El Rey, primero atónito por este inesperado gesto de protección, ha comprendido rápidamente que la situación era límite. Hasta el punto de acercarse a hablar directamente con el presidente del Gobierno y la Ministra de Defensa, quizás para decidir si todo seguía su curso o los desfiles se cancelarían.
Finalmente, tras una tregua del temporal, todo ha podido seguir su curso. Felipe y Leonor han regresado entonces a su puesto en la tribuna y Letizia ha hecho lo propio, aunque ha preferido quedarse sentada. Quizás para estar más protegida de la lluvia, todavía presente, o quizás para no sobrecargar sus pies. No es ningún misterio que la Reina padece un neuroma de Morton en el pie izquierdo, una dolencia que consiste en el engrosamiento del tejido alrededor de los nervios de los dedos. De ahí que la imagen de la nuera de Juan Carlos I sentada en actos oficiales sea cada vez más frecuente.
Leonor se reafirma como su fiel escudera en los momentos difíciles
Más allá de la reacción de Felipe, si ha habido otros momentos clave de la situación más 'extrema' y aguada de la mañana, esos han sido los gestos de complicidad entre doña Letizia y Leonor. Porque aunque en el día de hoy no haya podido la Reina contar con la presencia de la infanta Sofía, que se encuentra en Gales para estudiar el último año de Bachillerato Internacional, la heredera sigue siendo en todo momento uno de sus mayores apoyos. Sobre todo en los momentos difíciles, siempre dispuestas a intercambiar palabras de cariño y gestos de afecto cuando las cosas se ponen complicada.
Esta, la de la Princesa de Asturias y la Reina compartiendo conversaciones privadas, abrazos y sonrisas, se ha convertido en otra de las dinámicas más habituales del núcleo duro de la Casa Real. Como si de Leonor saliendo al rescatese tratase, su primogénita se erige como fiel escudera con el paso de los años. La enésima muestra de que, a pesar de que ya no viven bajo el mismo techo -la princesa reside ahora en la Escuela Naval de Marín-, su conexión madre e hija continúa fortaleciéndose.