Aunque no naciese en la realeza, podría decirse que Kate Middleton tiene ya un máster en lo que a las tradiciones del clan Windsor se refiere. A fin de cuentas son ya muchos los años que hace que 'traspasó' los férreos muros de palacio para convertirse en una más. Con todo lo que implica dar un paso como este, en su caso por amor al príncipe Guillermo. Un cambio de vida radical que, además de la exposición, conlleva adaptarse a los más estrictos protocolos. E incluso rituales.
Y es que por sorprendente que pueda resultar al hacer una lectura desde el presente, todavía quedan en el imaginario de 'La Firma' algunas tradiciones de lo más curiosas. Salvajes, inclusos. Muchas de ellas, exigencias con las que la propia Kate lleva ya tiempo cumpliendo. Otras, no obstante, no le parecen adecuadas. Ni para ella, ni para sus hijos. Cosas de haber llevado una vida corriente antes de pasar a ser duquesa de Cambridge y después princesa de Gales. De ahí que ella misma sepa muy bien que no todo vale. Que hay líneas rojas.
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La "costumbre bárbara" de la que Kate se desmarca
Ha sido la prensa alemana la que ha puesto en valor este compendio del folclore 'royal' tan llamativo. Y no solo para aludir a esas normas ante las que la nuera y los nietos de Carlos III se achantan. También una con la que, de acuerdo con la información disponible en 'Bunte', Kate no está dispuesta a transigir. "Una costumbre bárbara", la definen. Pero, ¿de qué se trata realmente?
En el desglose de cuestiones con las que la princesa se ha visto obligada a aceptar, cobra especial valor la revelación que el biógrafo real Tom Quinn ha hecho en su nuevo libro 'Yes, Ma’am – The Secret Life of Royal Servants'. Una obra en la que se desvelan unos tantos secretos de la realeza inglesa, véase la oposición de Middleton al rito conocido como 'Royal Blooding'. "En esta costumbre, los jóvenes miembros de la Familia Real participan en la caza y luego se marcan el rostro con la sangre del animal sacrificado", reza el texto difundido por el medio germano.
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Una forma de proceder que, a ojos de alguien como Kate, se percibe salvaje y anacrónico. No es de extrañar, pues, que optase por pronunciarse en contra y que, tal y como expone Quinn, haya logrado resistirse "con éxito este ritual". Todo para evitar que sus vástagos pasen por este desagradable trago, que "puede resultar bastante estresante", y en ningún caso se ajusta a la educación liberal, adaptada a la contemporaneidad e incluso independiente por la que Guillermo y su esposa abogan.
Hay tradiciones con las que sus hijos sí cumplen
No es ningún secreto que está habiendo mucha influencia del 'pasado Middleton' en la crianza de los príncipes George, Charlotte y Louis. Kate quiere que crezcan con la máxima sensación de normalidad posible. Sea como fuere, es evidente que el suyo no es un contexto normal. Y precisamente por eso sí que hay reglas igual de estrictas implícitas en la tradición de la Corona que no son tan fáciles de sortear, recogidas también en el portal antes citado.
Véase que "tuvieron que aprender a saludar majestuosamente a una edad temprana", a pesar de lo pequeños que fuese, para poder "mostrar respeto a la Reina, su bisabuela Isabel II". U otra que afecta a algo tan cotidiano como el sentarse a comer juntos en la mesa en ocasiones especiales... Que en su caso no se da. Al menos, "mientras los niños no puedan mantener una conversación adecuada y no dominen los buenos modales".
Y, por supuesto, las que atañen a sus nombres, y es que "la descendencia siempre debe tener tres nombres". Una práctica que Kate y Guillermo han mantenido, pues George es en realidad George Alexander Louis, Charlotte es Charlotte Elizabeth Diana y Louis es Louis Arthur Charles. Por contra, el príncipe Harry y Meghan Markle prefirieron ignorar la norma dinástica, llamando a sus hijos Archie Harrison y Lilibet Diana, sin incluir un tercer nombre.