Un diamante aquí, un rubí allá. Esmeraldas, zafiros y otras tantas piedras preciosas colman el cofre del tesoro. Sí, tesoro. Cualquier buen joyero lo es, aunque cuando se trata de una Casa Real se eleva el valor una pizca más. Las joyas de la Corona, como se las conoce, que no son poca cosa. Al fin y al cabo, se trata de piezas que llevan generaciones perteneciendo a dinastías como la de los Borbones. Y se siguen usando, porque pasan de generación en generación. Con algunos matices, eso sí.

Hace ya más de dos décadas desde que Letizia aterrizó en la Zarzuela. Se enamoró de un Príncipe y de la mano del amor le llegaron las responsabilidades. El deber y el protocolo, aunque también la pompa. A su disposición los mejores diseñadores y las alhajas con más historia de una nación. Más ahora que es Reina consorte y tiene acceso a artículos tan icónicos como la tiara de la Flor de Lis o la de Cartier. Sin embargo, parece que la esposa de Felipe VI se resiste a usar algunas de estas posesiones. ¿Será que tiene miedo a la 'maldición'?

De la tiara Marichalar a los pendientes de Sofía que lució la infanta Elena

Entiéndase por maldición la desdicha en el amor. Basta con revisar el historial romántico del resto del clan para ver que no son especialmente afortunados. Mientras que Felipe VI y Letizia acaban de celebrar 20 años de casados, las hermanas del Rey no han corrido la misma suerte y ambas están divorciadas. La cosa no cuajó, con el precedente del romance perecedero entre don Juan Carlos y doña Sofía, sus padres. De donde no hay amor, no se puede aprender amor. Simple y llanamente. Y que conste en acta que las infantas lo intentaron.

Vestidas de blanco y vistiendo reliquias del clan, las dos pasaron por el altar. La primera, por edad, fue Elena. La mayor de los tres hermanos, a pesar de no ser nunca la heredera al trono, sí tuvo el honor de pronunciar antes el 'sí, quiero'. Era 1995 y el aristócrata Jaime de Marichalar se erigía como el afortunado de ocupar su corazón. El 18 de marzo, un país entero miraba de cerca la Catedral de Sevilla para asistir a la primera boda de un vástago de monarca desde 1868, cuando se casó la infanta Isabel. La ocasión merecía enfundarse en sus mejores galas.

Boda Infanta Elena
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Dicho y hecho. Elena brilló en un vestido del sevillano Petro Valverde, en color marfil, seda natural y bordado. Corte princesa, un escote cuadrado y un gran velo como protagonista. Nada más y nada menos que cuatro metros de largo. Era el mismo que llevo en el pasado su madre, Sofía, y su abuela, Federica de Hannover. Ahora bien, tampoco se perdió detalle en la elección de las joyas.

Su cabello recogido lo decoraba la tiara Marichalar creada por Ansorena, un regalo de sus suegros por la pedida de mano. Lo anterior, además de y unos pendientes largos que pertenecieron a su madre y una pulsera que había pertenecido a la infanta Isabel, hija de Isabel II. En el desgranar de estas piezas, es evidente Letizia nunca ha vestido la diadema que tan 'mala suerte' le trajo a su cuñada, pues formaba parte del joyero personal de la infanta. No obstante, cabe destacar que sí la hemos visto lucir esos zarcillos. No en su boda con Felipe, pero sí en eventos como la inauguración de ARCOmadrid de 2017.

Letizia ARCO 2017
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La infanta Cristina llevó joyas que sí hemos visto en Letizia

El amor entre Elena de Borbón y Marichalar terminó de forma 'oficial' —papeles mediante— en el 2010. Separación mediática como pocas que llegó, por suerte, después de una gran alegría para la familia. Y es que tan solo dos años después de que su hermana mayor celebrase sus nupcias, Cristina de Borbón también se casó. Fue el 4 de octubre de 1997, con Iñaki Urdangarin. El hombre del que se divorció hace tan solo unos meses, aunque hacen vidas separadas desde hace mucho más. Más allá de la felicidad de tener cuatro hijos, un amor que le supuso el mayor de los disgustos para ella y la Corona: su implicación en el Caso Nóos

Tal fue el revuelo que su hermano Felipe terminó por retirarle el título de duquesa de Palma de Mallorca y quedó apartada de los actos oficiales de la Corona. Ya es mala suerte, sí. ¿Y cuáles fueron esas joyas para el gran día que supondría su final como 'royal' sin manchas en el currículum? Ojo al dato porque, en este caso, la infanta no llevó ninguna pieza propia. Es decir, todo pertenecía al cofre familiar. El mismo que hoy día usufructúa Letizia. 

Boda infanta Cristina
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Porque sí, Letizia sí se ha atrevido a vestir esa diadema floral de brillantes. La misma que usó de corona Cristina en su enlace en la catedral gótica de Barcelona. La que fue regalo de Francisco Franco a doña Sofía cuando se casó con Juan Carlos. Está claro que la tiara tiene historia para la familia, y por eso la Reina ha querido lucirla en el pasado. Cada vez menos, eso sí. El tiempo ha pasado y parece que desde que el resto de la familia se distanció del núcleo duro de la Casa Real, es mucho más reacia. Más socorridos han sido esos brillantes de diamantes gruesos para ceremonias importantes, aunque tampoco en demasía. ¿Miedo a la 'maldición'? Sería aventurarse el presuponer que quiere salvar su matrimonio, pero el argumento encaja.