El 15 de diciembre de 1960, la española Fabiola de Mora y de Aragón, nacida en el seno de la aristocracia madrileña, se casaba con, nada menos, el rey de los belgas. Balduino debía ser el marido de Pilar de Borbón, pero cuando conoció a la hermana de Jaime de Mora, solo tuvo ojos para ella. Fue el gran enlace del año, una boda que el caradura hermano de la novia, tuvo que ver desde el televisor de casa de unos amigos. 

Las familias reales española y belga habían hecho sus cábalas, y Balduino era perfecto para la infanta Pilar. La entonces estudiante de enfermería no quería saber nada de chicos, y, cuando su abuela, la reina Victoria Eugenia, le insistió en que viajara a Lausana, Suiza, donde coincidiría con un jovencito excelente ¡Que era rey con solo 21 años! Y que podía convertirla en una importante consorte, ella puso los ojos en blanco. No le apetecía en absoluto. Los chicos, el maquillaje y las historias de amor estaban lejos de ser sus grandes intereses. 

fabiola y balduino
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Pilar era testaruda y poseía un carácter que estaba lejos de ser un remanso de paz. Necesitaba alguien al lado que la aplacara, que la calmara y la inundara de tranquilidad. Necesitaba alguien como Fabiola. Ella tenía madurez, no obstante, ya había cumplido los 29 años, era callada y discreta. Sería la acompañante perfecta para la infanta en este viaje a conocer a su pretendiente. 

El flechazo de Balduino y Fabiola

Pero cuando ambos jóvenes se tuvieron delante, las chispas saltaron. Pero para mal. No podían encajar de ninguna manera, ella tenía una personalidad demasiado fuerte para él, que buscaba una compañera con un perfil mucho más calmado, menos llamativo. Y a ella tampoco le gustaba nada. Para Pilar, Balduino fue un “un aburrido”, como destaca el periodista y escritor Fermín J. Urbiola. “Ni una ni otro descubrieron el encanto de un proyecto de vida en común. Por el contrario, la supuesta neutralidad de la acompañante, tan discreta y formal como humilde, sí despertó la curiosidad de Balduino”. 

Aquello fue toda una sorpresa para la madrileña, quien, a sus casi 30 años, veía que su futuro pasaba por ser únicamente la compañera de la novia. Siempre la secundaria, nunca la actriz principal. Pero Balduino lo cambió todo de la noche a la mañana, poniendo el foco sobre ella y esta, halagada, se dejó conquistar. 

La traición del hermano de Fabiola a su propia hermana

Tres años más tarde de aquel primer encuentro en Suiza llegó el ansiado ‘sí, quiero’ en la catedral de San Miguel. La madrileña se iba a convertir en reina y eso tenía a España entera revolucionada. Todos querían saber absolutamente cualquier detalle de esta mujer de pelo cardado y rostro alargado; y su hermano Jaime tenía de la mano la respuesta a tanta incertidumbre: el diario de Fabiola. 

El buscavidas de Jaime, que había sido actor, taxista y barman, pensó que podía dar salida económica a los secretos más personales que su hermana llevaba años apuntando en sus cuadernos. De hecho, cuando Jaime Peñafiel le entrevistó con motivo del inminente enlace, este le deslizó la oferta de entregarle los textos a cambio de una buena cantidad de dinero. 

fabiola balduino
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Nadie compró aquellos diarios, pero la traición se saldó con un alto coste: Fabiola dejó a su hermano sin invitación, viendo su propia boda desde la televisión. A partir de ahí, esta, herida y humillada, no quiso saber nada de él. No sería hasta casi el final de la vida del hombre que conquistó Marbella cuando le perdonó. 

El dolor que empañó su feliz matrimonio

Sin duda, la suya fue una de las grandes bodas por amor entre la realeza del siglo XX, tan acostumbrada a cruzar linajes por meros intereses. La imagen de una Fabiola embriagada por la alegría, vestida por Cristóbal Balenciaga y del brazo de su amado Balduino, consiguió que dos países enteros contuvieran el aliento. Durante muchos años, ella fue la reina más querida para todos los españoles. 

Las alegrías del matrimonio fueron celebradas por todos, del mismo modo que las penas de este despertaron las lágrimas de quienes antes les aplaudían. Y no tardaron en llegar. 

El papel de consorte, en ocasiones, es extremamente desagradecido. Pareciera que esta solo cumple con una única misión: asegurar la descendencia para que perviva la Corona. Fabiola tenía clarísimo que ese era su gran deber. Se lo habían recordado de todas las maneras posibles, desde que lucía la alianza en su dedo anular. Pero no había manera, Balduino y ella no lograban engendrar al heredero. Ni heredero ni heredera. El bebé no venía. Ni acabó viniendo. 

Fabiola y Balduino, pero especialmente ella, vivieron un calvario para lograr el sueño de ser padres. Ella no tardó en quedarse encinta tras la boda, pero acabó perdiendo al bebé, lo que la sumió en una enorme tristeza. La pareja no perdió la esperanza y, un año más tarde, anunciaban que la reina estaba en estado de buena esperanza. De nuevo, acabó perdiéndolo. Un aborto que les hizo ponerse en manos de destacado obstetra que le dio la fatal noticia: ella padecía un defecto fisiológico que reducía hasta el 10% las posibilidades de quedar embarazada, y, aún peor, a 5% las posibilidades de que el bebé sobreviviera. 

Cinco. Cinco fueron los embarazos de Fabiola que no llegaron a término, uno de ellos, extrauterino, lo que necesitó de cirugía. La consorte vivió momentos de absoluta tristeza, pero supo apoyarse en su inseparable Balduino, al que amó hasta el fin de sus días. 

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 “Perdí cinco niños, pero he aprendido a vivir con ello. Por el contrario, se aprende de esa experiencia. Tuve problemas con cada embarazo, pero al fin seguía pensando que la vida es hermosa”, recoge Raquel Piñeiro para Vanity Fair. Finalmente, el matrimonio se volcó con sus sobrinos y en sus múltiples mascotas, quienes se acabaron convirtiendo sus auténticos seres queridos.

Balduino de Bélgica falleció en 1993 en su chalet de Motril, en Granada, y tres años antes de su fallecimiento, protagonizó la gran polémica de su reinado. En 1990, el rey, como objetor de conciencia, renunció a sus poderes para, de esta manera, no firmar la ley de despenalización del aborto. Un gesto por el que, ahora, el papa Francisco desea iniciar el proceso para su canonización. 

Su lucha por querer ser padre, unida a su tremenda religiosidad, le hicieron incapaz de comprender a las miles de mujeres que, dueñas de su libertad y de su cuerpo, reclamaban poder hacer con él lo que desearan. Con este gesto se puso en contra a buena parte de la opinión pública. “Nos hemos preguntado por el sentido de este sufrimiento (de no tener familia). Poco a poco hemos ido comprendiendo que nuestro corazón estaba así más libre para amar a todos los niños, absolutamente a todos”. Ellos sentían que se lo debían incluso a los que no habían nacido. Sin tener en cuenta las necesidades de quienes les engendraban.