Fue algo totalmente deliberado. Que doña Sofía se presentara aquella mañana del 22 de noviembre de 1975 vestida de rosa, enjoyada y con traje de fiesta a la proclamación de Juan Carlos fue algo absolutamente pensado, meditado y hecho a conciencia. Igual que, 39 años más tarde, haría su sucesora. Los atuendos de ambas reinas, el de la emérita y Letizia eran sendas declaraciones de intenciones. Contundentes y una promesa a todos los españoles.
La criticaron, ¡vamos que si la criticaron! Doña Sofía no guardaba el luto por la muerte de Francisco Franco. El dictador hacía solo dos días que había fallecido y la princesa se presentaba ante todos con el color más festivo: un rosa algodón de azúcar. Hablando con Carlos Sánchez de Medina Alcina, historiador y especialista en Indumentaria y Moda, asegura que la Reina quiso dar, a su manera, un golpe sobre la mesa. “Ir vestida de rosa ese día era alejarse de Franco, cosa que no hizo su marido. Juan Carlos fue vestido de militar”, nos recuerda. Sofía solo se puso su abrigo negro para lo estrictamente necesario, simular un luto protocolario y poco más.
Doña Sofía, luto moderado y ansias de positivismo
Antes de acudir a las Cortes, debían presentar respetos al fallecido en su capilla ardiente, tras lo cual, la comitiva se desplazó hasta el Congreso. Se conservan muy pocas instantáneas de ella con la pieza de abrigo; estaba deseosa de desprenderse de la misma. Al igual que el país ansiaba despojarse de los años de fascismo y atraso.
“Sofía sabía que quería un color rabiosamente feliz, por eso se decantó por el rosa”, nos cuenta Carlos en conversación con CLARA. “Con este color, la reina rompía con el periodo anterior”. Se acabó el oscurantismo de la dictadura y empezaba un nuevo capítulo para España de la mano de la instauración, tanto de la monarquía, como de la democracia. Esto último procuraba un auténtico paso adelante en cuestión de derechos y libertades, y la madre de Felipe, Cristina y Elena lo reflejó a su manera.
Hay quien ha visto en la pieza un guiño a los capotes, tanto por el color, como por la forma. La reina aún estaba haciéndose a unas costumbres que se le antojaban lejanas y exóticas. Ahora, lo cierto, es que habría huido de estas referencias. Ella, animalista, nunca ha sido partidaria de esta fiesta, a diferencia de su marido. Quizás, se dejó llevar por los motivos festivos; y rodearse de una de las iconografías más potentes del imaginario castizo. Aunque, a decir verdad, ella solo deseaba "estar guapa", como recoge Pilar Eyre en su libro ‘La soledad de la reina’.
¿Quiénes diseñaron el look de Sofía en la proclamación de Juan Carlos?
Las encargadas de su elaboración fueron las hermanas Molinero, Pilar y María Antonia, dos nombres célebres en las agendas telefónicas de la jet set de los años sesenta y setenta en España. Ellas eran mujeres con un maravilloso talento para la costura, capaces de crear los vestidos más elegantes; y con una particularidad: acostumbraban a versionar a los grandes nombres de la moda. “La alta sociedad española, las duquesas, las marquesas, las mujeres de los generales… se daban una vuelta por Europa, veían lo que les gustaba en París y después se lo encargaban a estas hermanas, que ‘fusilaban’, principalmente, a Balenciaga y a Dior”, nos cuenta el experto en historia de la moda, a modo de anécdota. “Sofía eligió a estas señoras porque estaban muy bien posicionadas en la alta sociedad y era un guiño también a la gente que la podía rodear, aunque, sabemos, ella siempre ha vivido un tanto aislada”.
Aislada y siempre cerca de su gran aliada; su hermana Irene que, por supuesto, también estuvo con ella escogiendo este modelo. Y es que la pieza fue elegida y confeccionada en tiempo récord: tan solo una noche.
Letizia, una nueva oportunidad a la corona
Nada que ver con casi el mes que tuvo Letizia para asombrar a todos con su pieza para la proclamación que la convirtió en reina consorte. Lo cierto es que si su suegra hizo una declaración de intenciones con su modelo, la asturiana no se quedó atrás. Ella hizo lo mismo, empleando el color como gran vehículo del mensaje que pretendía transmitir.
“Letizia va de blanco para romper con los motivos de la dimisión de su suegro, que era la corrupción. Ir de blanco es una manera de limpiar la Corona, de renovarla, de buscar la pureza y la transparencia”, desgrana Sánchez de Medina.
Para ello, Letizia se decantó por su entonces diseñador fetiche, Felipe Varela, que siempre la vestía para las grandes ocasiones, “un agravio comparativo” con el resto de creadores, a juicio del historiador. “Se trató de un conjunto bastante sencillo, de abrigo y vestido corto, más apropiado para una etiqueta académica o institucional, que la opción de fiesta que llevó su suegra. La pedrería en el cuello le dotaba de cierto carácter de realeza, ya que Letizia no llevó joyas a excepción del lazo de la Orden de Carlos III. Al no llevar ni collares ni coronas, que es lo que se ponen en otros países, ese cuello de pedrería fue lo que lo ennobleció y le proporcionó cierto carácter regio”.
Ninguna de las dos fueron coronadas, pero, lo cierto, es que Letizia llevó su particular versión de una tiara. La licenciada en Periodismo lució su cabello trenzado de una manera que recordaba, inevitablemente a las joyas para la cabeza que acostumbra a lucir la realeza en las grandes ocasiones. Además, fue a juego con su hija mayor, la heredera. Leonor lució una pequeña trencita a un lado de su melena, mientras que Sofía, infanta y segunda al trono, llevó una delicada diadema.
Dos mujeres que tenían muy claro cómo no iban a ser sus reinados. Que pretendían romper, de manera diametral, con todo lo anterior. Tanto Sofía como Letizia, con sus looks, enviaban una promesa de cambio y de nuevos aires y de modernidad. Doña Sofía hizo todo lo que pudo, propuso alegría cuando más se la necesitaba; color tras décadas de blanco y negro, apertura y modernidad, frente a un país caduco y reaccionario, que buscaba despertar. Letizia llegó con todo eso ganado, pero también tenía trabajo por delante: ennoblecer una institución seriamente dañada por su predecesor. Y en ello está. Una tarea que empezó hace 10 años y que le ha valido, en ocasiones, enfrentarse hasta con su propia familia. Aquel vestido blanco no fue una elección, fue su pacto de compromiso con la Corona.