El amor es uno de los sentimientos más bellos que podemos sentir. No hay nada mejor que ser plenamente consciente de que tenemos a nuestro lado a una persona a quien queremos y que también nos quiere.

Sin embargo, muchas veces pecamos de no saber expresarlo, de no decir 'te quiero' lo suficiente o, por lo contrario, hacerlo de forma automática, sin pensar realmente en lo que estamos diciendo.

Por eso, nosotros hemos recopilado los poemas de amor cortos más bonitos que te ayudarán a conquistar el corazón de la persona que amas. Seguro que encuentras aquel que hable de tus propios sentimientos de una forma que ni siquiera tú habías podido imaginar.

¿POR QUÉ ENVIARLE UN POEMA DE AMOR A TU PAREJA?

Susana Ivorra, directora del centro de psicología y terapia de pareja Susana Ivorra, nos lo explica así: "el amor que no se expresa es como el regalo que se compra o se hace y no se entrega".

Nos cuenta que las muestras de amor, como el envío de un poema, son pequeños gestos cotidianos que son muy importantes en una relación. "Le dan a entender a la otra persona que es valorada, apreciada, y recordada en el día a día. Eso fortalece la conexión en la pareja y hace que seamos más laxos, menos críticos con las pequeñas cosas negativas".

EL POEMA DE AMOR CORTO MÁS BONITO, según la sabiduría popular

Hay tantos poemas de amor en castellano y tantos poetas que realmente es difícil quedarse con uno. Sin embargo, si miramos hacia atrás y decidimos indagar en la época del Romanticismo, hay un poeta que destaca por encima de todos: Gustavo Adolfo Bécquer (aunque hemos de aclarar que este autor pertenecía más bien al período Romanticismo tardío).

Entre sus obras, hay un poema de amor corto que me cautivó desde el día que lo leí por primera vez, pues refleja a la perfección ese enamoramiento que todos hemos sentido. Es la Rima XVII.

Hoy la tierra y los cielos me sonríen;

hoy llega al fondo de mi alma el sol;

hoy la he visto…, la he visto y me ha mirado…

¡Hoy creo en Dios!

LOS MEJORES POEMAS CORTOS DE AMOR

1. Amor, de Claribel Alegría

Todos lo que amo
están en ti
y tú
en todo lo que amo.

2. A mi querido y amado esposo, de Anne Bradstreet

Tu amor es tal que no puedo pagarlo.

Los cielos te recompensen con creces, te lo ruego.

Entonces, mientras vivamos, perseveremos en el amor,

que cuando ya no vivamos, vivamos para siempre. 

3. Madrigal, de Manuel del Palacio

Me miraste, alma mía,

y fue tal mi alegría

y es mi pasión tan loca,

que sentir me parece todavía

el beso de tus ojos en mi boca.

4. Corazón, lo olvidaremos; de Emily Dickinson

Corazón, ¡lo olvidaremos!

¡Tú y yo, esta noche!

Tú olvidarás el calor que él dio,

yo olvidaré la luz. Emily Dickinson

5. ¿De qué modo te amo? de Elizabeth Barrett Browning

¿Cómo te amo? Déjame contar las maneras.

Te amo hasta la profundidad, anchura y altura.

Mi alma puede alcanzar, cuando se siente fuera de la vista

por los fines del ser y la gracia ideal. 

6. Me asusta, de Marcela Novoa

Me asusta la manera en que te amo,

es como si antes de ti no hubiera nada

y después de ti tampoco.

7. Agua mujer, de Juan Ramón Jiménez

¿Qué me copiaste en ti,

que cuando falta en mí

la imagen de la cima,

corro a mirarme en ti? 

8. Anónimo

¿Qué es el amor? Si no es lo que siento por ti.

¿Qué es el dolor? Si no es lo que siento cuando estás lejos de mí.

¿Quién soy yo sin ti?

9. Anónimo

Cada vez que pienso en ti,

mis ojos rompen en llanto;

y muy triste me pregunto,

¿por qué te quiero tanto?

10. Cuando digo que te amo, de Paul Smith

Cuando digo que te amo, por favor cree que es verdad.

Cuando diga para siempre, que sepas que nunca te dejaré.

Cuando te diga adiós, prométeme que no llorarás,

porque el día que diga eso será el día que muera.

11. Te amaré, de R.M. Broderick

Te amaré,

sin empezar por

tu piel o

tus órganos o

tus huesos:

Primero amaré locamente

tu alma desnuda.

Poema
CLARA

12. Viceversa, de Mario Benedetti

Tengo miedo de verte/necesidad de verte/esperanza de verte/desazones de verte

tengo ganas de hallarte/preocupación de hallarte/certidumbres de hallarte/pobres dudas de hallarte

tengo urgencia de oírte/alegría de oírte/buena suerte de oírte/y temores de oírte

o sea/resumiendo/estoy jodido/y radiante

quizá más lo primero/que lo segundo/y también/viceversa. 

13. El amor, de Francisco Hernández.

El amor, rodeado casi siempre por un antojo

de olvido, avanza resuelto hacia las trampas

creadas para cazar osos con piel de leopardo

y serpientes con plumaje de cóndor.
Y el amor sobrevive a las heridas y ruge,

voladora, la envidia de los venenosos.

14. Por una mirada, de Gustavo Adolfo Bécquer

Por una mirada, un mundo;

por una sonrisa, un cielo;

por un beso... ¡Yo no sé

qué te diera por un beso!

15. Madrigal, de Amado Nervo

Por tus ojos verdes yo me perdería,
sirena de aquellas que Ulises, sagaz,
amaba y temía.
Por tus ojos verdes yo me perdería.
Por tus ojos verdes en lo que, fugaz,
brillar suele, a veces, la melancolía;
por tus ojos verdes tan llenos de paz,
misteriosos como la esperanza mía;
por tus ojos verdes, conjuro eficaz,
yo me salvaría.

16. Como si cada beso, de Fernando Pessoa

Como si cada beso
Fuera de despedida,
Cloé mía, besémonos, amando.
Tal vez ya nos toque
En el hombro la mano que llama
A la barca que no viene sino vacía;
Y que en el mismo haz
Ata lo que fuimos mutuamente
Y la ajena suma universal de la vida.

17. Amar, de Salvador Novo

Amar es este tímido silencio
cerca de ti, sin que lo sepas,
y recordar tu voz cuando te marchas
y sentir el calor de tu saludo.

Amar es aguardarte
como si fueras parte del ocaso,
ni antes ni después, para que estemos solos
entre los juegos y los cuentos
sobre la tierra seca.

18. Rima XCI, de Gustavo Adolfo Bécquer

Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la Tierra
Como un débil cristal.

¡Todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor.

19. Días y noches, de Vicente Huidobro

Días y noches te he buscado
Sin encontrar el sitio en donde cantas
Te he buscado por el tiempo arriba y por el río abajo
Te has perdido entre las lágrimas
Noches y noches te he buscado
Sin encontrar el sitio en donde lloras
Porque yo sé que estás llorando
Me basta con mirarme en un espejo
Para saber que estás llorando y me has llorado
Sólo tú salvas el llanto
Y de mendigo oscuro
Lo haces rey coronado por tu mano.

20. Mi amor está con un ligero atuendo, de James Joyce

Mi amor está con un ligero atuendo
Entre los manzanos,
Donde las brisas bulliciosas más anhelan
Correr en compañía.

Allí, donde las brisas joviales moran para cortejar
A las tempranas hojas a su paso,
Mi amor va lentamente, inclinándose
Hacia su sombra que yace en la hierba.

Y donde el cielo es una taza de claro azul
Sobre la tierra risueña,
Mi amor camina lentamente, alzando
Su vestido con grácil mano.

21. Siempre, de Maruja Vieira

Siempre regresas.
Para ti no hay tiempo
ni tiene oscuros límites la tierra.
Siempre vuelves.
Y siempre estoy aquí, esperando tus manos,
llenándome de sueños como de lluvia un árbol.
No hay nada diferente. Todo es igual y puro
cuando vuelves.
No han pasado los días ni he sufrido. Estoy sola,
con el corazón limpio como una fuente nueva.
Tengo otra vez palabras y caminos
y contigo regresan la brisa y las estrellas.
Regresan las campanas y los pájaros,
me devuelves la música, el murmullo
de los ríos lejanos,
la claridad del monte,
la perfecta verdad de que te amo.

22. A veces, de Nicolás Guillén

A veces tengo ganas de ser un cursi
para decir: La amo a usted con locura.
A veces tengo ganas de ser tonto
para gritar: ¡La quiero tanto!
A veces tengo ganas de ser un niño
para llorar acurrucado en su seno.
A veces tengo ganas de estar muerto
para sentir, bajo la tierra húmeda de mis jugos,
que me crece una flor rompiéndome el pecho,
una flor, y decir: Esta flor,
para usted.

POEMA
CLARA RBA

23. Rosario, de José Martí

En ti pensaba, en tus cabellos
que el mundo de la sombra envidiaría,
y puse un punto de mi vida en ellos
y quise yo soñar que tú eras mía.

Ando yo por la tierra con los ojos
alzados —¡oh, mi afán!— a tanta altura
que en ira altiva o míseros sonrojos
encendiólos la humana criatura.

Vivir: —Saber morir; así me aqueja
este infausto buscar, este bien fiero,
y todo el Ser en mi alma se refleja,
y buscando sin fe, de fe me muero.

24. Dos cuerpos, de Octavio Paz

Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos olas
y la noche es océano.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche desierto.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche relámpago.

Dos cuerpos frente a frente
son dos astros que caen
en un cielo vacío.

25. ¡Ay qué trabajo me cuesta! de Federico García Lorca

¡Ay qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!

Por tu amor me duele el aire,
el corazón
y el sombrero.

¿Quién me compraría a mí
este cintillo que tengo
y esta tristeza de hilo
blanco, para hacer pañuelos?

¡Ay qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero! Federico García Lorca

26. Cuando me miras, de Alejandra Pizarnik

Cuando me miras
mis ojos son llaves,
el muro tiene secretos,
mi temor palabras, poemas.
Sólo tú haces de mi memoria
una viajera fascinada,
un fuego incesante. Alejandra Pizarnik

27. Si me quieres, quiéreme entera; de Dulce María Loynaz

Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra…
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca, y gris, verde, y rubia,
y morena…

Quiéreme día,
quiéreme noche…
¡Y madrugada en la ventana abierta!…
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda… O no me quieras.

28. Ni recuerdos ni presagios, de Pedro Salinas

Ni recuerdos ni presagios:
sólo presente, cantando.

Ni silencio, ni palabras:
tu voz, sólo, sólo, hablándome.

Ni manos ni labios:
tan solo dos cuerpos,
a lo lejos, separados.

Ni luz ni tiniebla,
ni ojos ni mirada:
visión, la visión del alma.

Y por fin, por fin,
ni goce ni pena,
ni cielo ni tierra,
ni arriba ni abajo,
ni vida ni muerte, nada
sólo el amor, sólo amando.

POEMA
CLARA RBA

29. Te ofrezco, de Paul Verlaine

Te ofrezco entre racimos, verdes gajos y rosas,
Mi corazón ingenuo que a tu bondad se humilla;
No quieran destrozarlo tus manos cariñosas,
Tus ojos regocije mi dádiva sencilla.

En el jardín umbroso mi cuerpo fatigado
Las auras matinales cubrieron de rocío;
Como en la paz de un sueño se deslice a tu lado
El fugitivo instante que reposar ansío.

Cuando en mis sienes calme la divina tormenta,
Reclinaré, jugando con tus bucles espesos,
Sobre tu núbil seno mi frente soñolienta,
Sonora con el ritmo de tus últimos besos. 

30. Cuando llegues a amar, de Rubén Darío

Cuando llegues a amar, si no has amado,
sabrás que en este mundo
es el dolor más grande y más profundo
ser a un tiempo feliz y desgraciado.

Corolario: el amor es un abismo
de luz y sombra, poesía y prosa,
y en donde se hace la más cara cosa
que es reír y llorar a un tiempo mismo.

Lo peor, lo más terrible,
es que vivir sin él es imposible. 

31. Te desnudas igual, Jaime Sabines

Te desnudas igual que si estuvieras sola
y de pronto descubres que estás conmigo.
¡Cómo te quiero entonces
entre las sábanas y el frío!

Te pones a flirtearme como a un desconocido
y yo te hago la corte ceremonioso y tibio.
Pienso que soy tu esposo
y que me engañas conmigo.

¡Y como nos queremos entonces en la risa
de hallarnos solos en el amor prohibido!
(Después, cuando pasó, te tengo miedo
y siento un escalofrío.) Jaime Sabines

32. Consecuencias de decir te quiero, Manu Erena

Vivimos en cambio constante,
con miedo a decir «te quiero»
por las consecuencias que podría traer.

Pero debemos arriesgarnos,
tenemos que perdernos para poder
encontrarnos, aprender del daño
y seguir soñando.

Quiere, quiere mucho. Pero nunca te
olvides de quererte a ti. Manu Erena

33. Menos tu vientre, de Miguel Hernández

Menos tu vientre,
todo es confuso.

Menos tu vientre,
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.

Menos tu vientre,
todo es oculto.

Menos tu vientre,
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.

Menos tu vientre,
todo es oscuro.

Menos tu vientre
claro y profundo.

34. Al oído de una muchacha, de Federico García Lorca.

No quise.
No quise decirte nada.

Vi en tus ojos
dos arbolitos locos.
De brisa, de risa y de oro.
Se meneaban.
No quise.
No quise decirte nada. 

35. El enamorado, de Jorge Luis Borges

Lunas, marfiles, instrumentos, rosas,
lámparas y la línea de Durero,
las nueve cifras y el cambiante cero,
debo fingir que existen esas cosas.
Debo fingir que en el pasado fueron
Persépolis y Roma y que una arena
sutil midió la suerte de la almena
que los siglos de hierro deshicieron.
Debo fingir las armas y la pira
de la epopeya y los pesados mares
que roen de la tierra los pilares.
Debo fingir que hay otros. Es mentira.
Sólo tú eres. Tú, mi desventura
y mi ventura, inagotable y pura.

36. Amo, amas; de Rubén Darío

Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo:
amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.

Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
amar la inmensidad que es de amor encendida
¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!

37. Si has de amarme, de  Elizabeth Barrett Browning

Si has de amarme que sea solo
por amor de mi amor. No digas nunca
que es por mi aspecto, mi sonrisa, la melodía
de mi voz o por mi dulce carácter

que concuerda contigo o que aquel día
hizo que nos sintiéramos felices...
Porque, amor mío, todas estas cosas pueden cambiar,
y hasta el amor se muere.

No me quieras tampoco por las lágrimas
que piadosamente limpias de mi rostro...
¡Porque puedo olvidarme de llorar
gracias ti, y así perder tu amor!

Por amor de mi amor quiero que me ames,
para que habite en los cielos, eternamente.

38. Si todas las estrellas desaparecieran, de W.H. Auden

Si todas las estrellas desaparecieran o murieran,
debería aprender a mirar un cielo vacío
y sentir su total oscuridad sublime,
aunque esto me lleve un poco de tiempo. 

39. Materia, de José Ángel Valente

Convertir la palabra en la materia
donde lo que quisiéramos decir no pueda
penetrar más allá
de lo que la materia nos diría
si a ella, como un vientre,
delicado aplicásemos,
desnudo, blanco vientre,
delicado el oído para oír
el mar, el indistinto
rumor del mar, que más allá de ti,
el no nombrado amor, te engendra siempre.

40. Hay ojos que miran, de Miguel de Unamuno.

En tus ojos nazco, -tus ojos me crean,
vivo yo en tus ojos -el sol de mi esfera,
en tus ojos muero, -mi casa y vereda,
tus ojos mi tumba, -tus ojos mi tierra.

POEMA
CLARA RBA

41. Dame la mano, de Gabriela Mistral

Dame la mano y danzaremos;
dame la mano y me amarás.
Como una sola flor seremos,
como una flor, y nada más...
El mismo verso cantaremos,
al mismo paso bailarás.
Como una espiga ondularemos,
como una espiga, y nada más.
Te llamas Rosa y yo Esperanza;
pero tu nombre olvidarás,
porque seremos una danza.

42. Intimidad, de José Saramago

En el corazón de la mina más secreta,
En el interior del fruto más distante,
En la vibración de la nota más discreta,
En la caracola espiral y resonante,
En la capa más densa de pintura,
En la vena que en el cuerpo más nos sonde,
En la palabra que diga más blandura,
En la raíz que más baje, más esconda,
En el silencio más hondo de esta pausa,
Donde la vida se hizo eternidad,
Busco tu mano y descifro la causa
De querer y no creer, final, intimidad.

43. ¡Ay qué trabajo me cuesta! de Federico García Lorca

¡Ay qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!
Por tu amor me duele el aire,
el corazón
y el sombrero.
¿Quién me compraría a mí
este cintillo que tengo
y esta tristeza de hilo
blanco, para hacer pañuelos?

44. Casi obsceno, de Raúl Gómez Jattin

Si quisieras oír lo que me digo en la almohada
el rubor de tu rostro sería la recompensa
Son palabras tan íntimas como mi propia carne
que padece el dolor de tu implacable recuerdo

Te cuento ¿sí? ¿no te vengarás un día? Me digo:
Besaría esa boca lentamente hasta volverla roja
Y en tu sexo el milagro de una mano que baja
en el momento más inesperado y como por azar
lo toca con ese fervor que inspira lo sagrado. 

No soy malvado trato de enamorarte
intento ser sincero con lo enfermo que estoy
y entrar en el maleficio de tu cuerpo
como un río que teme al mar,
pero siempre muere en él.

45. Verte reír, de Idea Vilariño

Verte reír tocarte con las manos
vivir contigo un día un año tres semanas
compartir la vida seria vida mansa contigo
encontrarte en la cama
vistiéndote en el cuarto
oliendo a alcohol fumando
sudando en el verano
o en el amor cerrando
tus ojos distraídos. 

45. Esperando al ascensor, de Oscar Hahn

Cuando entro en tu boca
la punta de mi lengua en tu lengua
mi mano izquierda en tu seno derecho
tú vas retrocediendo poco a poco
y yo te empujo contra la puerta del ascensor
que se abre de golpe y caemos al abismo
uno encima del otro
del sexto
al quinto
al cuarto
al tercer piso
hasta rebotar en el sótano
y salir disparados hacia arriba
porque todo final encuentra sus alas
cuando entro en tu boca.

46. Mientras existas, de Ángel González 

Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz cualquiera...
Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada
mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba. 

47. Faja ceremonial, de Elicura Chihuailaf

Te regalo este abrazo de flores
que desde ahora rodea tu cintura
Lo he labrado con lo más fresco
de mis pensamientos
Con el inmenso amor
que otras tal vez querrían
De mí / de ti depende que reluzca
Que no se extinga su brillo
Su lenguaje. 

48. Bocas, de Mario Benedetti

Dónde empieza la boca?

¿en el beso?

¿en el insulto?

¿en el mordisco?

¿en el grito?

¿en el bostezo?

¿en la sonrisa?

¿en el silbo?

¿en la amenaza?

¿en el gemido?

que te quede bien claro

donde acaba tu boca

ahí empieza la mía. 

49.  Ese beso, de Claribel Alegría

Ese beso de ayer

me abrió la puerta

y todos los recuerdos

que yo creí fantasmas

se levantaron tercos

a morderme.

50. Qué será ser tú, de Ana Rossetti

Qué será ser tú.

Este en el enigma, la atracción sobrecogedora

de conocer, el irresistible afán de echar el ancla

en ti, de poseerte.

Qué será la perplejidad de ser tú.

Qué, el misterio, la dolencia de ser tú y saber.

Qué, el estupor de ser tú, verdaderamente tú y,

con tus ojos, verme.

Qué será percibir que yo te ame.

Qué será, siendo tú, oírmelo decir.

Qué, entonces, sentir lo que sentirías tú.