Creo que tengo un problema, bueno, que yo soy como un problema con patas. No hago nada a derechas, todo me sale al revés. En el trabajo me equivoco constantemente y, cuando no lo hago todo bien, o para mí “normal”, me enfado y me pongo triste; tampoco soy muy guapa, ni especialmente simpática, y suelo despistarme con facilidad, soy torpona… Me siento una inútil permanentemente. Eso hace que me sienta como un desastre sin remedio. Así no se puede ser feliz. No tengo autoestima”. Este discurso lo he oído muchas veces en la consulta, y puede que sea el tuyo también.
Te estás mintiendo a ti misma, tú no eres así
No eres un problema ni una inútil, esa es una forma muy agresiva de hablarte a ti misma y muy irracional, porque no es cierta y seguramente sea exagerada. Te pediría que la cambiases desde ya mismo. Nadie puede equivocarse el 100% de las veces ni hacerlo toooodo mal, es sencillamente imposible. En cambio, uno mismo sí que puede criticarse el 100% de las veces que haga cualquier cosa. Esta es la cuestión. No es lo que haces, sino cómo te puntúas por ello. Creo que el problema reside en tu forma de pensar sobre lo que haces y sobre ti. Parece que te juzgas muy rápido y muy severamente ante cualquier contratiempo. No es tan importante si trabajas bien o no, sino cómo lo traduces para ti misma.
El tema de la autoestima me apasiona porque todo el mundo busca fortalecerla y a menudo emplea la expresión “me siento así de triste porque debo tener baja autoestima”. Y no les falta razón. Pero ¿qué es realmente la autoestima? A mí me gusta dar esta descripción breve y sencilla: es la valoración que hace uno mismo sobre uno mismo en base a su persona, no a sus logros, forma física o capacidades. Es amarse como ser humano. Es ver todo el pastel y quererlo entero y no solo una parte. Sin más.
Asegura los pilares de tu autoestima
El asunto de la baja autoestima es que la basamos en pilares tambaleantes, parecen valores sólidos, pero no lo son. Son como pilares de nieve, bonitos, pero como haga un poco de calor… ¡no se sostienen!
Estos son los que llamo “valores trampa”: dinero, belleza, edad, tener o no pareja, puesto de trabajo… Son como las caras de un dado que suele tirarse y, según lo que salga, así me siento. Demasiado inestable y demasiado superficial para explicar algo tan complejo y maravilloso como es el amor hacia uno mismo.
Es más inteligente y realista valorarte por tu solidaridad, por tu capacidad de divertirte, de comunicar… Es decir, por ser solo quien eres y por cómo eres.
No dejes que te definan los valores equivocados
Muchas veces se confunde quererse con estar orgulloso de algo que uno hace o con la sensación de poder. Recuerdo a Mario, un paciente que era un crack en su trabajo. Era comercial y te vendía aire si quería, era realmente bueno. Él se sentía muy orgulloso, capaz y fuerte cuando trabajaba. Decía que se sentía como pez en el agua, dominando la situación, y que a veces se sentía incluso como un emperador. Hasta que empezó a tener pequeños despistes, realmente no eran ni tan importantes ni tan graves, pero él los vivía como si hubiese creado el ébola. Un poco exagerado, ¿no? Sí, pero así lo vivía él. Mario había apostado todo a una carta. Se definía todo él por su trabajo, en lo demás no se sentía seguro y entonces no lo valoraba. No había sabido repartir las cartas de su valor y eso era un problema, ya que solo se sentía bien consigo mismo si trabajaba y si trabajaba suficientemente bien. Mario se había confundido, se miraba con las gafas de la crítica y, además, con un ojo tapado. Tocó fondo. Era su pilar más importante y se hizo agua. Qué bien, porque pudo reconstruirse. Se dio valores sólidos, que resistían vientos y mareas. Buenos valores: aceptar que fallamos, que aprendemos, que siempre, siempre podemos mejorar y que somos únicos y valiosos. En este mundo, con sus millones de habitantes, solo hay uno como nosotros, y además edición limitada, no hay copias, ni reproducciones, ¿no le vamos a querer?