La historia de las plebeyas reconvertidas en princesas tiene tanto de cuento como de pesadilla. También su parte de realidad, claro está, aunque a día de hoy ya no sea motivo alguno de sorpresa para los más observadores de las Casas Reales. Ni una, ni dos son las mujeres sin ascendencia noble que han terminado integrándose entre las monarquías europeas. Letizia Ortiz reina en España, Mary Donaldson en Dinamarca y Máxima Zorreguieta hace lo propio en Holanda. Tres mujeres diferentes con algo en común: no formaban parte de ninguna dinastía, pero han sabido hacerse un hueco tras casarse con los herederos y, después, alcanzar la Corona.

Un caso similar es el de Mette-Marit de Noruega. Casada con el príncipe Haakon desde el 2001 y, por ende, la próxima reina consorte del país nórdico cuando concluya el reinado de Harald V. Sirva de ejemplo su historia para poner de manifiesto esa dicotomía expresa entre el relato de ensueño y la pesadilla. Entre las gracias de formar parte de la institución, pero también la pesadumbre de arrastrar un pasado corriente. Y es que el camino de la actual princesa heredera hasta el punto de sosiego en el que hoy podría aceptar que se encuentra ha estado plagado de baches. No faltaron, en ningún supuesto, todas las tiranteces que suponga que una persona al uso traspase muros tan férreos como los de palacio.

Un pasado cuestionado y el apoyo incondicional de la reina Sonia

Con el ojo público siempre mirándolo todo de cerca. Con la penitencia de ser analizada al milímetro. La madre de la princesa Ingrid Alexandra y el príncipe Sverre Magnus ha conseguido, por fin, establecer su lugar. Un lugar que, por contra, vuelve a estar en boca de todos ante la posibilidad de un cambio estructural venidero. La enfermedad del padre de su marido, el Rey, despierta las hipótesis de la crónica 'royal'. Sea más pronto o más tarde, el monarca, que ya tiene 87 años, faltará. Será entonces cuando su hijo ascienda al trono y ella comience su andadura como consorte. Una nueva etapa llena de incógnitas cuya fragilidad precisa de los antecedentes. De todo lo pasado, para poder comprender el futuro próximo.

La historia de Mette-Marit y Haakon podría ser leída como un cuento de hadas al uso desde que contrajeron matrimonio hace ya más de 20 años. No obstante, no ha sido todo un camino de rosas. El mero hecho de que la prometida del príncipe heredero no entrase en los cánones más tradicionales de la realeza provocó una polémica sin precedentes en Europa. Mette-Marit Tjessem Høiby, que es su nombre de nacimiento, era una chica normal que había llegado a coquetear con las drogas. Para más inri, era madre soltera del entonces pequeño Marius Borg. La controversia servida en bandeja.

Haakon de Noruega

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Manu Romero

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Algo que la desmarca por completo de otras 'royals' del continente y que supuso una traba absoluta dentro de la familia real. También para el pueblo noruego, que no comprendía la elección del hijo de un Rey, en un Estado en el que la monarquía cuenta con el apoyo de la gran mayoría de la población. Oposición generalizada que no pudo con el amor de Haakon y que, finalmente, consolidaron con un enlace por todo lo alto. A destacar, sin embargo, el apoyo de la reina Sonia. Nadie como la mujer de Harald V para comprender lo que supone no proceder de ninguna estirpe real y terminar siendo la mujer del soberano.

Mette Marit y Sonia de Noruega
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El 25 de agosto de 2001, los actuales príncipes oficializaron su amor. La majestuosa Catedral del Salvador de Oslo les vio darse el 'sí, quiero' en una muestra definitiva de que nada podría frenar sus ganas de compartir una vida en común.

La enfermedad de Mette-Marit que augura un futuro de ausencias

El paso de los años ha terminado por convertir a Mette-Marit en una princesa heredera consorte muy bien considerada por los súbditos de la Corona. Por desgracia, no todo han sido alegrías en estos últimos tiempos. La tranquilidad que le ha aportado ser aceptada por la opinión pública después de tantos reveses se vio truncada en el 2018. Fue entonces cuando le diagnosticaron fibrosis pulmonar, una dolencia crónica que ha terminado por incapacitarla de muchas de sus funciones oficiales. Su agenda, prácticamente vaciada de compromisos, puesto que su enfermedad precisa de reposo constante. Véase su 'desaparición' en momentos tan reseñables como el tradicional 'Christmas' navideño de la familia el pasado diciembre de 2023. Debido a que padecía COVID-19 y su situación es de riesgo, la princesa quedó apartada de la instantánea.

Una situación a la que la Casa Real ha querido dar la máxima normalidad. Tan sencillo como comprender que su condición no es compatible con todas las circunstancias que se le podrían presuponer. Situación que, a su vez, plantea infinitas dudas sobre cómo se vivirán esas ausencias cuando llegue el momento de ejercer de Reina. Siempre desde la hipótesis, pero asumiendo que el suyo será un reinado bien distinto a lo que hasta ahora conocemos. La duda presente sobre si la institución será capaz de lidiar con su fragilidad. Si será compatible o no. Si el pueblo seguirá de su lado o no aceptará estas extraordinarias condiciones. Si todo irá bien, al fin y al cabo.